
Con motivo de la celebración el próximo domingo de la Solemne Procesión para Cumplimiento Pascual de Enfermos e Impedidos, sale a la luz un texto inédito de D. Rafael Díaz Díaz, quien fue durante muchos años hermano número 1 de nuestra Archicofradía. Articulista e historiador, nuestro hermano Rafael fue un apasionado de la historia de nuestra corporación, pasando gran parte de su tiempo buceando en nuestro archivo histórico y rescatando testimonios y hechos para muchos olvidados, que fue pacientemente recopilando en curiosos y característicos relatos, que plasmó en numerosas páginas mecanografiadas que hoy se conservan en ese mismo repositorio documental que D. Rafael tanto amó. Muchos de esos relatos fueron objeto de sus amenas conferencias que muchos recordamos con gran respeto, cariño y estima a quien fue un acérrimo defensor de nuestra historia, y especialmente de su esplendor como Archicofradía Sacramental y de la devoción a la imagen gloriosa de Nuestra Señora de Santa María de La O.
El texto que presentamos, incompleto, pues no llegó a redactarse el apartado correspondiente al siglo XX, nos devuelve un entrañable relato histórico que narra lo que la documentación y la narrativa de D. Rafael Díaz supieron sobre la celebración de la procesión de Impedidos en La O.
Con su lectura queremos animar a la participación de fieles, feligreses y hermanos en este acto publico de adoración a Cristo realmente presente en la Eucaristía.

Si hubimos de referirnos a la procesión del viático al tratar de los pleitos con la Hermandad Sacramental de Santa Ana, ciertamente no le hemos dado la importancia que tuvo en días de Pascua Florida la visita a enfermos e impedidos de la collación de La O.
Un acto en el que la Hermandad ponía todo su empeño, pues si importantes eran las fiestas del Jubileo de diciembre y celebración de la Patrona, mayor fue lo que se organizó el día de la Ascensión del Señor, uno de los tres jueves que según el decir popular brillaban más que el sol, refiriéndose al Jueves Santo, Corpus y Ascensión.
Tradición fue en La O, a estos efectos, celebrar en la referida festividad, la procesión de impedidos. Repetidamente en las actas de los cabildos se admite y reconoce haber de hacerlo con la mayor solemnidad posible, sin regatear gastos.
Recopilamos algunas noticias.
Como en su lugar quedó expuesto, al constituirse en 1615 la Ayuda de Parroquia de la Real de Santa Ana en la iglesia de la calle Castilla, la Hermandad se echó encima la responsabilidad del culto al Santísimo, sin corresponderle por ser sólo cofradía de “sangre”. Y muy cumplidamente que lo hizo a lo largo de varios siglos, como Hermandad Sacramental de hecho, aunque no lo fuera de derecho.
Propio de las hermandades sacramentales es lo que los antiguos llamaron “Visita de impedidos y enfermos”, llevándoles “Dios en público” para cumplimiento del precepto pascual de confesar y comulgar en días de “Pascua florida”. Es grato evocar estas denominaciones de un clásico hablar del pueblo.
No incumbía en razón de su Regla que la Hermandad de Santa María de La O cumpliera con este rito, pero lo hicieron con tanto esmero que pudieron alardear de que la procesión que salía de la iglesia de la calle Castilla llegó a ser lo más lucida entre todas las parroquias de Sevilla.
Veamos hasta que extremo fue verdad. Lo hacemos sintetizando por años las ocurrencias e incidencias más destacables.
Año 1693
Sabemos que se disponía de cuatro varas de plata repujada y faroles de mano de lo mismo. El párroco portaba las Sagradas Formas en su pectoral ricamente bordado. Se estrenó este año el guión blanco, distinto del que encabezaba la cofradía el Viernes Santo.
Las varas las llevaron cuatro sacerdotes revestidos con ornamentos litúrgicos, más otros dos con incensarios. A la cabeza del cortejo el muñidor con su pértiga de plata y el escudo de la corporación en el pecho. Un acólito hacía sonar la campanilla ritual, rico obsequio que hiciera un grupo de cofrades.
Se exornó la fachada de la iglesia vieja adornando el pretil del tejado con guirnaldas. Hubo exorno floral para el altar mayor y la capilla del comulgatorio o sagrario.
El porte y la solemnidad descrita señalan ya las líneas que en tiempos sucesivos serían la norma para celebrar la procesión eucarística para el cumplimiento pascual de los impedidos y enfermos de la collación de La O.
Viene al caso considerar que a la vez del alto significado religioso, el viático era un acontecimiento de ancha repercusión en el vecindario. No en balde lo llamaban “visita a los pobres enfermos”, dando a entender que se llevaba Su Divina Majestad a las capas más humildes de la feligresía. Era la Parroquia, la Hermandad y los vecinos de mayor posición social que los acompañaban, quienes se acercaban a los desvalidos en su pobreza.
No hay por qué negar que hacían contraste la pompa procesional con la humildad de las familias que se visitaban. Pero también es cierto que ellas se sentirían honradas en sus moradas recibiendo la grandeza de Dios, “el Señor”. Por eso las casas de viviendas, los corrales tan numerosos en la calle Castilla y otros parajes, preparaban el recibimiento limpiando y adornando como mejor podían y con ánimo alegre las casas visitadas. Era una jornada festiva. Lo fue en los tiempos pasados y seguía siéndolo el presente si bien de la multitud de corrales que fueron, apenas ya quedan algunos. Los ocupantes se trasladaron a vivir a mejores y modernas viviendas. Y fue buena cosa.
Pasemos a narrar algunos hechos ocurridos en el siglo XVIII. Preste atención el lector que lo merece.
Año 1752
Reproducimos textualmente lo que escribiera un cofrade, sin duda exultante de alegría, de cómo tan triunfalmente se hiciera aquel año la procesión del Viático.
“Año 1752. Este año salió el Santísimo Sacramento a visitar los enfermos. Se hizo la procesión más solemne que en esta Ciudad se ha hecho, con más de 200 luces. Iban los ángeles vestidos con mucha riqueza, vestiduras blancas con sus insignias y motes con letras misteriosas. La Fe, La Esperanza y La Caridad las representaban tres niños con riquísimas vestiduras blancas, verdes y moradas. Otro significaba la Eucaristía y tres con las limosnas. Uno con la limosna y dos con el biscocho de dulce. Música, dos danzas, clarinetes y trompetas. Una escolta muy lucida de soldados y dos carrozas hermosísimas de respeto. Se visitaron trece enfermos. Saliendo los oficiales con sus baras, los seis faroles de plata con sus baras que iban junto al Señor. Se dio a cada enfermo seis reales y una libra de biscocho y otra de dulce. Se acabó a la una del día”.
Véalo el lector: hasta acompañamiento de danzas hubo aquella vez y no fue la única. Y si extraña esa de las danzas, o sea, cuadrillas de bailarines, hombres y mujeres, no se tenga por irreverente despropósito.
Estaba en los usos de la época. Las llevaba el Corpus, aparte de los danzarines que son los “seises”. Dos contrató para la ocasión la Hermandad. Y música de clarines y trompetas. Escolta militar que sería del cuartel de Inválidos que hubo en la Cava – la de los “civiles”, que la llamaron en tiempos más cercanos -, calle Pagés del Corro.
Año 1777
Dos referencias documentales interesantes:
Una es el texto de un bando dictado por la autoridad municipal que exhorta a los vecinos para que pongan colgaduras en ventanas y balcones y a que limpien la parte de la calle que les corresponda. Es repetición de años anteriores.
Otro documento da noticias de un arco de madera que cubrió la portado de abajo arriba, aderezado con cornucopias y flores y colocación de toldos que diera sombra a la calle a lo largo de la fachada de la iglesia.
Trabajos que llevó a cabo un ““inteligente”, es decir, un entendido en materia de arquitectura efímera, cosa que se estimó en aquella época en ocasiones de acontecimientos religiosos o civiles. En resumen: un “primoroso adorno” así lo calificaron –para más y mayor festiva solemnidad, con general contento del vecindario. Al efecto la Hermandad contrató música que alegrara la mañana del día del Viático, fiesta de la Ascensión del Señor, según era costumbre.
Año 1768
Alterando el orden cronológico de la exposición que vamos haciendo, retrocedemos unos años para mejor comprensión del conjunto del tema.
Porque la atención de la Hermandad no se limitaba a la fiesta del día de la Ascensión, fecha tradicional para la salida del Viático. También se asistía cuantas veces fuera necesario al año cuando se llevaban los últimos auxilios espirituales a los vecinos, fuera o no cofrades. Al toque de campana que lo avisara se reunían los hermanos que pudieran y con cirios encendidos marchaban en cortejo. En ocasiones se revestía el acto de singular solemnidad. Es el caso que contamos:
En junio de 1768 enfermó de gravedad Don Manuel Sánchez, en ejercicio de alcalde primero de la Hermandad, por lo que:
“En atención a que siempre había mirado el mayor honor y aumento de la Hermandad, habiendo sido oficial diferentes años, en que especialmente tuvo el cargo de prioste, se convocó al pueblo y fue su Divina Majestad en público con la disposición acostumbrada, llevando los oficiales sus varas y demás insignias del guión y el simpecado, con repique de campanas desde que saliese hasta que volviera a la iglesia, yendo delante el acólito con la campanilla. Se hizo con acompañamiento muy lucido de gentes.”
Este Don Manuel Sánchez tuvo participación muy importante, junto con un familiar, en la confección del palio de plata de ley, así que en verdad tuvo méritos que justificaban la especial solemnidad que se le diera.
Y llegamos al siglo XIX.
Si en el siglo XVIII tan esplendoroso relieve tuvo la procesión eucarística en el siguiente es de suponer que remitieron los esfuerzos de la Hermandad en sostener aquella magnificencia que referida queda.
Era otros tiempos.
Pues, no. Se persiste y a través de las actas de cabildos se advierte el empeño en no deslucirlo. Se reconoce la responsabilidad voluntariamente contraída con la feligresía de la collación de La O, y no se admiten regateos en rendir a Su Divina Majestad, como gustan decirlo, todo el honor y gloria que fuera posible.
No lo impide el ambiente social que se opera en la época, con sus múltiples incidentes políticos. Ni frena el empeño el fuertísimo gasto de energías cofradieras empleado en el simultáneo engrandecimiento de la cofradía del Viernes Santo. Lo dijeron muchas veces y en las actas queda recogido que la “visita a los pobres enfermos” era obligación principalísima de la Hermandad, aún cuando no tuviera título de sacramental.
Pruebas al canto:
Año 1860
Las varas de palio son llevadas por sacerdotes, mas otros dos con incensarios. Sigue la antigua tradición. Se traen “colchas” (¿tapices?) del Ayuntamiento para arreglar la fachada de la iglesia. Y flores; muchas. Por el río viene una barcada de “hojas verdes”, hojarasca que con su frescura humedecería el amanecer del día de la Ascensión del Señor.
Año 1862
Escolta y banda del Regimiento de Asturias. Asistencia de dieciocho sacerdotes (¿…?). Músicos de cuerda. Barcada de hojarasca. Ramo de flores.
Año 1871
Quema de un “castillo” de fuegos artificiales. Colocación de toldos.
Música de capilla. Obsequio de cigarros a la tropa de la escolta militar y “refresco” a los jefes.
Año 1882
Escolta de un piquete del Regimiento de Granada. Agasajo de cuatro libras de dulces al Excmo. General Gobernador Militar de Sevilla, que vino a La O. Un arco formado con palos exornando la portada.
Acompañamiento de doce niños que llevaron ciriales. Hojas verdes traídas del jardín de las Delicias. 48 ramos de flores preparados en la plaza de abasto. Ramos de la fábrica de loza “La Cartuja”, como venía haciéndolo desde años anteriores. Para guirnaldas, 200 tomizas. Y curioso, aceite para los farolillos de la velada, dato revelador de que la noche de la víspera del día de la Ascensión había un festejo popular en la calle Castilla.
Año 1884
Ramos de flores del Paseo de las Delicias y del salón María Cristina – hoy jardines de San Telmo -. El envío acostumbrado de “La Cartuja”.
Flores procedentes de otros lugares. Sin duda que el Viático de La O era un florido acontecimiento. Ramos llevaban los que acompañaban con cirios y en las varas los miembros de la Junta de Gobierno. Se alfombraba la calzada de la calle Castilla en el tramo correspondiente a la fachada de la iglesia. Se pusieron palos con banderas. Y el toldo para el sombreado. Este año se pusieron dieciocho argollas para su colocación.
Obsequio de cigarros al músico mayor del Regimiento de Granada que diera escolta. Música de cuerdas.
Año 1893
Este año y como en tantos otros precedentes, se pondera en el cabildo de salida del Viático, la “visita a los pobres enfermos”, considerándolo como “uno de los más interesantes capítulos de la regla”. Ha de hacerse “pública y solemne procesión, con toda ostentación”.
No se repara en gastos. Se mueven recursos que agencien fondos. Rifas de una ternera y otra variedad de premios. En el año 1893 ya era costumbre el envío de oficios petitorios a los vecinos.
Ya en el siglo XX, veremos que no cesa el celo de la Hermandad manteniendo en todo su esplendor la solemnidad del acto, pero impregnado de hondo sentido popular.