En el siglo XVII en el que se entroniza en España la dinastía de los Borbones y se acentúa la crisis socioeconómica del Imperio, con especial incidencia en una Sevilla empobrecida que se aferra como puede a sus anteriores glorias comerciales y a su pasado barroco, la Hermandad de la O vive curiosamente un tiempo de desarrollo y relativo esplendor tanto desde el punto de vista material y patrimonial como en el aspecto propiamente espiritual y devocional.
Confirma la profunda devoción existente en Triana hacía Nuestra Señora de la O, el que esta imagen gloriosa fuera llevada en procesión de rogativas a la iglesia de Santa Ana, el 6 de abril de 1750, debido a la constante sequía y la consecuente carestía de los productos básicos que se extendía por Sevilla.
Terminada con éxito la nueva iglesia, se encargó al maestro entallador Miguel Franco el Retablo Mayor, terminada la talla en 1716, acabó de dorarse en 1759.
Gracias a la donación del carey por parte del cofrade Julio Reinoso en 1725, la Hermandad confeccionó, en 1731, la cruz de carey y plata que porta la imagen de Jesús Nazareno en la salida procesional. El diseño fue de Domingo Balbuena y la ejecutó Manuel José Domínguez, platero y hermano de la O.
Entre las valiosas adquisiciones artísticas, destaca la hechura de un palio de plata, encargado al orfebre José Palomino Arrieta, realizado entre 1761 y 1776.
Fueron muy numerosas las donaciones recibidas en esta centuria por la hermandad tanto de cofrades como de devotos, habitualmente para costear misas por el sufragio del alma de algún difunto o mantener alguna capellanía al efecto. Para administrar esta hacienda, en tierras, casas o censos, se organizó la clavería, órgano de la Junta de Gobierno compuesto por el prioste, el celador y los hermanos mayores.
En la mañana del 1 de noviembre de 1755 se produjo el terremoto de Lisboa que afectó considerablemente al templo de la O; aunque no hubo desgracias personales pese a que se encontraba lleno de gente, quedaron dañados el altar mayor, el tejado, los arcos, las bóvedas y la torre. Con gran esfuerzo económico, los cofrades acometieron las obras de reparación y de mejora, entre las que destaca coronación de la torre con el capitel bulboso, que afirmó su particular personalidad y fue pionero en la arquitectura barroca sevillana, terminado en 1756. El proyecto de restauración fue dirigido por el maestro alarife Gaspar Hermoso, mientras Gaspar de Baeza y Juan Bernardo se encargaron de los elementos decorativos. Desde entonces, la torre de la O atesora un rico muestrario de tablas de azulejería trianera, la mayoría de ellas de autoría anónima del siglo XVIII, entre los que destaca el retablo cerámico más antiguo de un titular de cofradía sevillana, que representa a Nuestro Padre Jesús Nazareno con cruz de madera.
El 22 de diciembre de 1785, el Consejo de Castilla aprobó las nuevas reglas en las que queda ratificado el carácter sacramental de la Hermandad de la O, tras haber ganado varios pleitos interpuestos por la Hermandad Sacramental de Santa Ana, que se consideraba la única de Triana con esa naturaleza. Ratificadas por la autoridad eclesiástica, el 17 de marzo de 1786, se fijaba la estación de penitencia el Viernes Santo por la tarde después de haber celebrado los Santos Oficios. Así mismo, quedaba recogida la celebración de la procesión con el Santísimo Sacramento en la Pascua Florida y para llevar la comunión a enfermos e impedidos.
En 1792, la Hermandad de la O quedó agregada a la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Iglesia de Santa María Supra Minerva de Roma.
Aunque sin la consideración oficial de ayuda de parroquia desde 1628, la Hermandad de la O mantuvo permanentemente el culto a Jesús Sacramentado, continuó celebrando el Jubileo de las Cuarenta Horas, así como los oficios de Jueves y Viernes Santo, lo que en la práctica suponía actuar como tal, salvo para la administración del Bautismo. Este servicio constante para atender las necesidades religiosas del sector norte de Triana encontraba su consideración entre el vecindario e incluso en la propia administración diocesana, que mantuvo la demarcación de la O. Y tanto en documentos civiles como eclesiásticos era mencionada habitualmente como ayuda de parroquia de Santa Ana.
El siglo XIX comenzó de mala manera para Sevilla y en especial para Triana por donde entró y alcanzó su mayor virulencia la epidemia de cólera del año 1800. Para rogar por su extinción, la hermandad saco en procesión por las calles del barrio a Jesús Nazareno.
Diez años después la ciudad fue invadida por las tropas francesas de Napoleón, que con su actuación dieron la puntilla a las cofradías que, desde décadas atrás, estaban inmersas en una profunda crisis.