Despliega a continuación las información de los diferentes días de este retiro:

Retiro Virtual de Adviento
¿Cómo se hace un retiro por internet?
- Programa el tiempo necesario para cada una de las jornadas, es aconsejable hacer una por día.
- Dedica el momento oportuno dentro de tu jornada, cuando tengas un rato de paz y no estés demasiado cansado para poderte concentrar.
- Elige un sitio tranquilo, donde puedas rezar sin interrupciones, busca una vela para tener encendida, una Biblia pues habrá que ir buscando ciertos datos, y papel y bolígrafo para anotar.
Es aconsejable para que el Retiro Virtual tenga los mismos beneficios que un Retiro presencial, rezar en silencio, si no es posible, confesarnos, asistir a Misa, visitar el Santísimo Sacramento y sobre todo revisar nuestra vida diaria a raíz de las lecturas y oraciones que se realizarán.
Programa diario
- Cada día empezaremos con la Señal de la Cruz y una oración, rezada muy despacio para comprender el sentido de la misma.
- Leeremos el texto y al terminar reflexiona en silencio y saca tus propias conclusiones de lo aprendido, para poder llevarlo a cabo en nuestra vida diaria.
- Oración final, Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Tema:
- 1er Día – Desierto.
- 2º Día – Caminos de Adviento.
- 3er Día – Alegría.
- 4º Día – : Caminos después de Adviento.
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..
Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento,
ponemos en ti nuestra confianza.
Fortalece nuestra esperanza para
saber descubrirte ya presente entre nosotros.
Despiértanos de nuestros sueños
y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.
Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti;
nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo,
que sea un tiempo de salvación
un tiempo de encuentro y de conversión.
A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando.
Tu presencia entre nosotros nos ilumina y
fortalece en el camino de la fe.
Te esperamos y salimos a tu encuentro,
pues Tú eres nuestra esperanza. Amén.
Is 40, 1-11 “Consolad, consolad a mi pueblo.”
El desierto es un espacio árido, seco, sin agua, de tremendo calor, que deja sin fuerzas y agota, por lo tanto, es la imagen perfecta para evocar la desolación, y se usa como metáfora para narrar la situación en la que se encuentra el pueblo de Israel al que se dirige el texto de Isaías.
El pueblo de Israel lleva 40 años en el exilio, han perdido su tiempo, su tierra y además se sienten abandonados por su Dios, que, incluso comparándolo con otros dioses del exilio, parece más débil, y todo esto hace que desconfíen de Él. El pueblo de Israel, ayudado por los profetas, reconstruyó la fe, la esperanza y la confianza en Dios para volver a su tierra, y nos invitan a todos a vivir el camino, la travesía por el desierto, como un camino acompañado siempre por Dios.
En el desierto, el silencio y la escucha se entrelazan. Nosotros estamos vacíos y en el silencio irrumpe la Palabra de Dios que habla a nuestro corazón. Irrumpe su voz con una serie de verbos que hablan de las relaciones <<consolad, gritad, hablad>>.
El profeta nos recuerda la promesa que Dios hizo con su pueblo, los orígenes y que los transmite de generación en generación, Dios toma la iniciativa y sale a nuestro encuentro, Dios viene a ser la Nueva Alianza y así lo escucharemos en Nochebuena. Is 62, 4.
Tanto Isaías como Juan Bautista nos gritan <<En el desierto, preparad el camino del Señor>>.
Isaías empieza en el desierto y, sin embargo, Juan empieza con el imperativo que provoca acción, pero ambos nos indican que algo maravilloso está a punto de suceder, que hay que salir del desierto, que hay que buscar el consuelo que se halla en nuestra relación con Dios, y que hay que cambiar, no podemos seguir andando en la tristeza y monotonía de nuestras vidas. El cristiano espera, y la esperanza es alegría y camino.
El profeta nos da cuatro claves para preparar el camino:
- Lo hundido, elevarlo.
- Las alturas, bajarlas.
- Lo torcido, enderezarlo.
- Lo escabroso, hacerlo plano.
Al llegar a finales de noviembre, nosotros mismos nos podemos sentir como en un desierto, vacíos, agotados y casi sin fuerza, las mochilas ya están vacías y la sed es apremiante.
Estos ajustes son necesarios en nuestra vida para que Dios pueda pasar y fluir, para poder llegar a nuestras raíces más profundas y afianzar nuestro amor. El profeta no guarda para sí el consuelo recibido, sino que nos invita a gritar la buena noticia, el nacimiento de Jesús. Este tiempo de esperanza no es algo, sino alguien en concreto, Cristo es nuestra esperanza.
Juan Bautista también remueve conciencias, y decía que era necesario cambiar de vida, porque ha llegado la hora en la que Dios se quiere hacer presente, y hay que prepararse. La llamada exigente de Juan a preparar el camino del Señor, es una llamada a la gente que vive intensamente el anhelo y la esperanza del nacimiento del Señor.
Padre Nuestro
Ave María
Gloria
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..
Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento,
ponemos en ti nuestra confianza.
Fortalece nuestra esperanza para
saber descubrirte ya presente entre nosotros.
Despiértanos de nuestros sueños
y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.
Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti;
nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo,
que sea un tiempo de salvación
un tiempo de encuentro y de conversión.
A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando.
Tu presencia entre nosotros nos ilumina y
fortalece en el camino de la fe.
Te esperamos y salimos a tu encuentro,
pues Tú eres nuestra esperanza. Amén.
El camino es signo por excelencia del Adviento, camino para recorrer, que llega con la invitación a ponernos en marcha para conseguir la meta de la venida del Mesías.
Dios nos visita hoy a nosotros, al igual que a María, y espera de nosotros la palabra que le permita encarnarse, es decir, hacerse presente. Las visitas de Dios no dejan tranquilo a nadie, siempre movilizan, ponen en marcha, hacen camino, y a María la pone en marcha de Norte a Sur.
María es el modelo a seguir, se nos presenta como Señora del Camino, y no solo en el Adviento sino a lo largo de da la vida de Jesús y de la Iglesia.
Camino de María a Nazaret
Es el camino de lo cotidiano, de subir y venir por las calles y los entornos de Nazaret. Es el camino de la sencillez y de lo callado, de la humildad de su vida.
Generación tras generación, los piadosos israelitas esperaban el nacimiento de la Madre del Mesías, aquella que ha de dar a luz, como explicaba Miqueas teniendo como fondo la profecía de Isaías (Mi 5, 2, Is 7,14)
En la encíclica Redemptoris Mater nº 3 se nos dice” en realidad, no es posible establecer un preciso punto cronológico para fijar la fecha de nacimiento de María, pero la Iglesia tiene conciencia de que María aparece antes de Cristo en la historia de la salvación. Igual que la estrella de la mañana junto con la aurora precede a la salida del sol, así María desde su concepción inmaculada ha precedido la venida del Salvador, la salida del Sol de Justicia”
Un escrito apócrifo del siglo II, conocido con el nombre de Protoevangelio de Santiago, nos ha transmitido los nombres de sus padres, Joaquín y Ana, que la Iglesia inscribió en el calendario litúrgico.
Diversas tradiciones sitúan el lugar del nacimiento de María en Galilea, o con mayor probabilidad, en la ciudad santa de Jerusalén, donde se han encontrado las ruinas de una basílica bizantina del SV, edificada sobre la llamada casa de Santa Ana, muy cerca de la piscina Probática.
Con razón la liturgia pone en labios de María unas frases del Antiguo Testamento: “me establecí en Sión, en la ciudad amada me dio descanso y en Jerusalén está mi potestad” (Sir 24, 15)
Hasta que nació María la tierra estuvo a oscuras, envuelta en tinieblas de pecado, con su nacimiento surgió en el mundo la aurora de la salvación, como un presagio de la proximidad del día.
Oficio de Laudes.
” Por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios,
anunciaste la alegría a todo el mundo,
de ti nació el Sol de Justicia,
Cristo Dios nuestro.”
Los evangelios guardan silencio sobre la infancia de la Virgen María, pero la piedad popular inspirada en varios episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, elaboró unas narraciones sencillas, que se recogerían más tarde en el arte, la poesía y la espiritualidad cristiana.
Uno de los pasajes más representados es la Presentación de la Virgen, que es ofrecida por sus padres en el Templo de Jerusalén, lo mismo que otra Ana, madre del profeta Samuel, ofreció a su hijo, y años más tarde María y José presentaron a Jesús.
María continúa viviendo con Joaquín y Ana una vida normal, madurando ante Dios y ante los hombres. Es una doncella sonriente, trabajadora, buena conocedora de la Sagrada Escritura, que reflexionaba sobre las profecías que anunciaban el advenimiento del Salvador. Esta riqueza interior se desbordaría más tarde en el Magnificat.
Al aproximarse la edad en que las doncellas de Israel solían contraer matrimonio, en torno a los quince años, se concertó el matrimonio de María con José, el artesano de Nazaret.
Sabemos poco de José, también pertenece a la casa de David, y que era “un varón justo” (Mt 1, 19), es decir, un hombre que “se complace en la Ley del Señor y noche y día medita en su Ley” (Sal 1, 2).
Cuando la familia de María llegó a un acuerdo con José, se celebraría los esponsales, pasado algún tiempo el esposo debía conducir a la novia a su propia casa.
María solo sabe que el Señor ha querido desposarla con José, un varón justo que la quiere y la proteja, José solo sabe que el Señor desea que sea el custodio de María, José siempre callado, y María siempre discreta, y en esa rutina se produce la visita del ángel Gabriel.
María se turba y se llena de confusión, pues había decidido entregarse a Dios en virginidad de corazón, de cuerpo y mente, y así se lo había comunicado a José, y este preparado por el Espíritu Santo, también se había sentido impulsado a dedicarse en alma y cuerpo al Señor.
Todo depende de la respuesta de María. Ella no se limita a dar permiso, sino que pronuncia un sí, un fiat, en el que vuelca toda su alma y todo su corazón:
“He aquí la esclava del Señor
Hágase en mí según tu palabra” Lc 1, 38
María, antes que madre fue una mujer que consciente y libremente, se arriesgó y asumió sus responsabilidades.
-Ante Dios dio su SI después de cerciorarse bien sobre lo que se le pedía ( Lc 1, 34- 38).
-Ante la sociedad se arriesgó a ser criticada (Mt 1, 18).
-Ante la historia, respondiendo a Dios con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios a una persona ( Lc 1, 31-33, 38, Jn19, 25).
María contó con un esposo, José, que la respetó, creyó, confió y la defendió (Mt 1, 18-19, 24-25, Mt 2, 14).
El secreto, trascendente el que vivió María durante los nueve meses de su Adviento en intimidad sabrosísima con el Hijo de Dios que entrañado en su seno le hacía sentir el palpitar de su corazón. Nueve meses de ternura, de donación, de entrega de respuesta y de esperanzadora expectación en la espera cariñosa de su maternidad, que ansía escuchar de la boca del Verbo Infinito la palabra Madre.
El Adviento de María vivido en el secreto de la contención de su seno y solo conocida por Dios y por Ella.
Camino de María a la montaña de Ain Karim
Camino donde reside su prima Isabel, es el camino de la caridad y de la ternura, para socorrer y ayudar a su prima ya anciana en su embarazo.
En la encíclica Redemptoris Mater nº 12 se nos dice” Poco después de la narración de la Anunciación, el evangelista Lucas nos guía hacia una ciudad de Judá “(Lc 1, 39).
Según los estudiosos esta ciudad debería ser la actual Ain-Karim, situada sobre las montañas, no distante de Jerusalén.
María llegó allí con prontitud para visitar a Isabel su pariente, que en edad avanzada había concebida de su marido Zacarías un hijo, por el poder de Dios.
A María no le mueve la curiosidad, humilde y llena de caridad, va a casa de Isabel porque ha entrevisto en el mensaje del cielo, una secreta relación entre el hijo de Isabel, y el Hijo que ella lleva en sus entrañas.
Es un camino largo, de casi ciento cuarenta kilómetros, por lo tanto, no es raro pensar que José organizara el viaje, encontraría una caravana donde la Virgen pudiera viajar segura, incluso no es extraño que la acompañara hasta Jerusalén.
María cuando entró en casa de Zacarías e Isabel, la abraza y felicita, y ella se llena de gloria y santifica a todos con la presencia de Jesucristo. Allí estaban las dos primas abrazadas y llorando, y riendo y alabando a Dios al mismo tiempo. En aquel momento eran ellas y sus hijos en plena comunión. María humilde, esclava de Dios y de los hombres, permanece tres meses en la casa de Isabel hasta que nace Juan.
Se puede decir por esta escena que el Dios de María no está a favor de los soberbios, ni de los poderosos, ni de los ricos, el Dios de María, el único Dios vivo y verdadero, el Dios Santo y todopoderoso, es solidario y está a favor de los humildes, de los humillados, y de los pobres.
El camino de vuelta a Nazaret no fue sencillo, llegaba la hora de la verdad, de hablar con sus padres y José. Y aunque al principio el disgusto fuese tremendo, tras un momento de desconcierto, se acordaron del profeta Isaías y el signo de la Virgen que da luz a un hijo, que se llamará Enmanuel.
Camino de María hacia Belén
Obediencia a una ley que interpreta como voluntad de Dios, y que va cargada de dificultades e incomodidades.
Octavio César Augusto ha dispuesto el censo de habitantes del orbe romano y en Palestina ha de hacerse según las tradiciones judías, cada uno en su ciudad de origen. Como José era de la casa y de la familia de David, subió dese Nazaret, a la ciudad de David, llamada Belén en Judea.
El viaje era largo, unos ciento veinte kilómetros, cuatro días de camino, si todo transcurría normal junto con las caravanas. José estaría nervioso, no le gusta viajar tan cercanas las fechas del nacimiento, y le entristece pensar que tu primera cuna no será aquella que con tanto esmero y paciencia pulieron sus manos de artesano.
Seguimos en camino, verdaderamente somos un pueblo errante, no solo por habernos pasado la vida entre el exilio y el regreso, somos errantes porque todavía andamos buscando al Mesías.
Belén era una aldea pequeña, pero con motivo del empadronamiento estaba lleno de gentes. José y María se dirigen al oficial del imperio para pagar el tributo e inscribirse en el libro del emperador.
La tradición nos presenta a José llamando de puerta en puerta para buscar alojamiento y finalmente acuden al khan o mesón público, donde podrían encontrar un hueco, no era más que un patio cerrado por muros, donde se acomodaban las bestias de cargas y unos cobertizos con cierta intimidad. Hace frío y ha nevado hace un rato.
Definitivamente no es lugar para que la Virgen diera a luz, José desesperado se dirige a las cuevas de las afueras donde se acomodan el ganado en las noches frías. No es grande, hay un buey, una mula y también un agujero en el techo que deja ver las estrellas. Se ha despejado en la noche, ya no nieva, el frío es intenso y hay una estrella más grande que las demás, con una luz muy intensa que parece azul.
La divina providencia se sirve de estas circunstancias para mostrar la pobreza y humildad con el que el Hijo de Dios había decidido venir a la tierra, y además los pastores, gentes trashumantes con los rebaños, serán los primeros en recibir el anuncio del nacimiento del Mesías prometido.
Los presentes que los pastores ofrecieron a José y a María son la prueba de que Dios velaba por su Hijo, y les proveía de lo necesario: un pequeño cántaro de leche, miel, pan y un poco de aceite. Están sorprendidos y emocionados, y cuentan como un ángel mientras que cuidaban el rebaño les anunció el nacimiento del Mesías en Belén y que lo encontrarían envuelto en pañales, y que otros muchos ángeles cantaban alabando a Dios.
La tradición occidental habla de tres personajes: Melchor, Gaspar y Baltasar, y la piedad popular los sitúa de forma casi inmediato al nacimiento de Jesús y la visita de los pastores. Los guía una estrella, un signo sobrenatural dado por Dios para conducirlos al Niño.
Una gran caravana encabezada por tres ancianos, parece que vienen de Oriente por la forma de vestir, se acercan hasta donde están José y María con el Niño en brazos y con toda dulzura del mundo se acercan para verlo. Los ancianos le han dejado Jesús tres cajas, que al abrirla contienen oro, incienso del que se quema en las sinagogas y en las ofrendas a Dios, y mirra, de la que se utiliza para embalsamar a los muertos.
Nuevamente los corazones de María y José se llenarían de alegría y plenitud, pero este último regalo no presagia nada bueno en el corazón de María.
Después de estos acontecimientos, salen para Jerusalén, ya ha pasado una semana desde el nacimiento. A los ocho días José realizó el rito de la circuncisión y lo presentó en el Templo, y allí se produjo el encuentro con Simeón ( Lc 2, 29-32)
Al oír estas palabras, María y José, no pudieron más que asombrarse y admirarse, pero también descubrieron que el Mesías cumpliría su misión por medio del sufrimiento, y junto a Él su madre compartiría su dolor (Lc 2, 34-35)
Del evangelio de San Lucas se deduce que la Virgen presentó a Jesús después de escuchar a Simeón y ofreció las ofrendas de los pobres, dos tórtolas o dos pichones.
De las palabras de Simeón, María comprendió que Jesús era el verdadero Cordero que redimiría a los hombres de sus pecados.
Padre Nuestro
Ave María
Gloria
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..
Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento,
ponemos en ti nuestra confianza.
Fortalece nuestra esperanza para
saber descubrirte ya presente entre nosotros.
Despiértanos de nuestros sueños
y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.
Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti;
nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo,
que sea un tiempo de salvación
un tiempo de encuentro y de conversión.
A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando.
Tu presencia entre nosotros nos ilumina y
fortalece en el camino de la fe.
Te esperamos y salimos a tu encuentro,
pues Tú eres nuestra esperanza. Amén.
Esperar y preparar la venida del Señor provoca sentimientos de alegría, y de nuevo el modelo es María, que vive y transmite intensamente esa alegría constantemente.
Benedicto XVI dice “la alegría del Adviento va unida a la esperanza cristiana y, por tanto, a la constancia y a la paciencia”.
La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se logra con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle espacio entre nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestras vidas. Jesús mismo es nuestra alegría y con Jesús la alegría está en casa.
La alegría es esencial en toda fiesta y con Jesús estamos de fiesta, por eso celebramos el tercer domingo de Adviento, Gaudete.
Hay muchos momentos en el Adviento donde se expresa la alegría:
- Pronóstico de alegría Is 52, 7-10. La profecía de Isaías sobre el nacimiento de Jesús fue el anuncio de una gran alegría.
- Anuncio de alegría Lc 1, 11-16. El ángel del Señor anunció a Zacarías el nacimiento de Juan Bautista, que también es un mensaje de alegría.
- Encuentro de alegría Lc 1, 39-46. Juan Bautista, aún en el seno de Isabel, mostró una gran alegría con la visita de María.
- Compartir la alegría Lc 2, 8-10. El nacimiento de Jesús, se transmitió a través de Los ángeles a los pastores, como buena noticia de gran alegría.
En nuestra vida diaria también hay muchos momentos donde expresar esta alegría cristiana que os describen las Escrituras:
- Alégrate por haber sido tocado por Dios desde el día de tu bautismo, eres hijo suyo y además en Belén te demostrará una vez más su gran amor, Jesús.
- Alégrate en medio de las contrariedades.
- Alégrate, aunque la suerte no te sonríe, Dios te acompaña y, tarde o temprano te dará respuesta.
- Alégrate porque Dios sale a tu encuentro, se hace hombre para salvarnos, para que lo veamos, para romper las distancias existentes entre el cielo y la tierra.
- Alégrate para infundir alegría a nuestro mundo.
- Alégrate, aunque aparentemente no consigan los efectos deseados, recuerda que tampoco Dios en Belén se hizo sentir con mucho éxito.
- Alégrate en el trabajo, que se note que eres cristiano y que está próxima a la Navidad.
- Alégrate porque, como Juan Bautista, también tú puedes ser pregonero del nacimiento de Cristo, de su fuerza y de su Palabra.
- Alégrate, esperando en Dios y, sobre todo, trabajando y optando por su inminente llegada.
Alégrate y, lejos de pretender que cambien los demás, cambia un poco tu, que el Señor, cuando llegue, encuentre por lo menos tu camino limpio y bien preparado para su nacimiento.
Padre Nuestro
Ave María
Gloria
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..
Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento,
ponemos en ti nuestra confianza.
Fortalece nuestra esperanza para
saber descubrirte ya presente entre nosotros.
Despiértanos de nuestros sueños
y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.
Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti;
nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo,
que sea un tiempo de salvación
un tiempo de encuentro y de conversión.
A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando.
Tu presencia entre nosotros nos ilumina y
fortalece en el camino de la fe.
Te esperamos y salimos a tu encuentro,
pues Tú eres nuestra esperanza. Amén.
Camino de María a Egipto
Huyendo de toda situación de peligro, de lugares, ambientes, personas, tentaciones, es una huida espiritual.
Apenas se fueron los magos, José en sueños recibe la orden del ángel del Señor que huya a Egipto (Mt 2,13). Vuelve el miedo y la angustia al corazón de María, comenzaba la primera de las persecuciones que Jesucristo había de sufrir en la tierra a lo lago de la historia, en sí mismo o en los miembros de su Cuerpo místico, y siempre con María a su lado.
Existían dos itinerarios para ir a Egipto, uno más cómodo, pero más frecuentado y otro menos utilizado, en cualquier caso, era un viaje largo de varios centenares de kilómetros que debía durar entre diez y catorce días.
La tradición supone que María, con el Niño en brazos cabalgaba en un mulo que José conducía, pero la fantasía de los escritos apócrifos hizo florecer numerosas leyendas: palmeras que extienden sus copas para ofrecer sombra a los fugitivos, fieras que se amansan, salteadores de caminos que se tornan humanitarios, fuentes de agua que aparecen para aliviar la sed…..
La verdad es que se trata de una huida en toda regla, con sufrimiento y temor hasta llegar a Egipto. La tradición no se pone de acuerdo en el lugar de residencia, pues en la zona había muchas comunidades judías, pero seguro que la familia recién formada se integraría como una más de las familias emigrantes, y allí vivirían hasta que de nuevo un ángel le anunció a José que ya podían regresar a Palestina.
Serían meses de trabajo escondido y de sufrimiento silencioso, con la nostalgia de la casa abandonada, y al mismo tiempo, con la alegría de ver nacer a Jesús sano y fuerte, lejos del peligro que le había acechado desde su nacimiento.
Camino de María regreso a Nazaret
Camino de regreso al hogar, camino de regreso a la tranquilidad, de regreso a las tareas cotidianas donde se arraigan los principios de la fe.
Las tradiciones dicen que el regreso a Nazaret fue probablemente por mar, por ser más económico y cómodo. En Nazaret se reencontrarían con parientes y amigos, y la vida y el trabajo recobró su ritmo normal. (Lc 2, 40)
La Virgen, como todas las madres, seguiría con ojos amorosos el crecimiento de Jesús.
La Ley de Moisés obligaba a los varones israelitas a presentarse ante el Señor tres veces al año ( Lc 2, 42). Jerusalén era un hervidero de gentes, y en el Templo se aglomeraba los fieles para ofrecer sus sacrificios y hacer sus oraciones.
El regreso al lugar de procedencia, hombres y mujeres por separado, y los niños, según su edad, por eso no es de extrañar que María y José no se dieran cuenta hasta más tarde de que Jesús no estaba con ninguno de ellos. Pasaron dos días buscando a Jesús hasta encontrarlo en medio de los doctores del Templo. ( Lc 2, 51-52)
En dos versículos del evangelio se resumen dieciocho años de vida de Jesús y María, dedicados al trabajo y a la obediencia en el contexto de una vida ordinaria, de ama de casa para María, y de aprendiz de José para Jesús.
Camino de María al Calvario
Nos enseña también a coger la cruz, nuestra cruz, que sigue siendo escándalo para unos y necedad para otros, pero que para nosotros es fuerza y sabiduría de Dios.
Al finalizar el largo periodo de Nazaret, el Señor comenzó a predicar la llagada del Reino de Dios.
El evangelista Juan pone de relieve que la presencia de María al principio y al final de la vida pública de Jesús obedece a un designio divino, y no solo puro instinto maternal.
El apelativo con el que el Señor le llama en Caná, le llama mujer y no madre, parece manifestar su intención de fundar una familia basada no en lazos de sangre, sino en lazos de fe. En Caná pues, María advierte que su misión materna no se acaba en el plano natural, Dios cuenta con Ella, mejor dicho, sigue contando con Ella para ser Madre espiritual de los discípulos presentes y futuros de su Hijo.
La mayor parte de los estudiosos de la Biblia afirman que esas bodas son un símbolo de la unión del Verbo con la humanidad “sellaré con vosotros una nueva alianza”. María ha depositado su confianza en el Señor y adelanta el momento de su manifestación mesiánica, precede en la fe a los discípulos y colabora con su Hijo en la formación de la nueva familia de Jesús.
María acompaña junto con otras mujeres a Jesús en su vida pública y en el momento de la crucifixión vuelve a tener un papel protagonista y es cuando Jesús vuelve a llamarla mujer. Ni a la Virgen ni a Juan los llama por su nombre, ( Jn 19, 27) , María es la nueva Eva, que, en unión con el nuevo Adán y subordinada a Él, está llamada a prestar su mediación materna en la obra de la redención. El evangelista representa a todos los discípulos de Jesucristo hasta el final de los siglos.
El Hijo se despide de su Madre de una manera similar a cuando Ella lo recibió en su seno, con una suerte de nueva Anunciación en la que le dice que va a ser madre otra vez, no de un hijo, sino de muchos hijos, y lo mismo que en la primera Anunciación, además del ángel, Dios puso en el camino de María a Isabel, que más que como prima, se comporta como hermana, ahora le pone al discípulo amado, es decir, a cada uno de nosotros.
Con lágrimas empezó su vida al nacer: las suyas son como lo hace cualquier niño que libera sus pulmones para respirar, las de su madre de alegría al verlo, como todas las madres.
Con lágrimas terminó su vida en la Cruz: las suyas por el dolor físico y el dolor de intuir el sufrimiento de su madre, las de ella, las de María por ver morir a su Hijo.
En la encíclica Redemptoris Mater nº 24 se nos dice “las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la cruz significan que en la maternidad de su Madre se encuentra una nueva continuación de la Iglesia y a través de la Iglesia, simbolizada y representada por Juan”.
Cuando Jesús muere en la cruz, la piedad popular se ha detenido a contemplar con emoción y recogimiento el dolor de María con su Hijo muerto en sus brazos, la escena de la Piedad tantas veces recreada en pintura y en escultura.
La fe en Jesucristo, el Mesías e Hijo de Dios, parece haberse apagado sobre la tierra, pero brillaba con fuerza en el corazón de Madre, que no había olvidado la promesa de su Hijo, “al tercer día resucitaré” (Mt 27, 63).
Podemos decir en resumen que, María movida por la misericordia consiguió por su intersección el comienzo de los milagros de Jesús, observaba y oía la Palabra de Dios, así permaneció fielmente en unión con su Hijo hasta la cruz, peregrinando en la fe, donde sufrió profundamente con su Unigénito, y finalmente fue dada como Madre al discípulo amado, reflejo de todos los cristianos de la historia.
Camino de María hacia el Cenáculo
Camino que habla de comunión y fraternidad, de llena de Espíritu, espera de Espíritu en comunión con el resto de los discípulos.
Tras describir la presencia de María al pie de la cruz, no vuelve a aparecer hasta la Ascensión cuando al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles se dice que estaba en el Cenáculo. ( Hch 1 12-14).
Este silencio es muy elocuente, María, al contrario de todos los demás, creía firmemente en la Palabra de su Hijo, por eso los cristianos siempre hemos pensado que pasó la noche velando y esperando que se cumpliera la promesa de Jesús, y que dedicó las horas anteriores a reunir a los discípulos del Maestro, tratando de fortalecerlos en la fe y en la esperanza. La fe y la esperanza de la Iglesia naciente estaban concentradas en Ella.
La tradición nos dice que su existencia transcurrió de forma callada y laboriosa, no es de extrañar en Ella, que vivió junto a Juan y que un día Jesús se la llevó consigo a la gloria celestial:
Bienaventurada eres, María,
porque hoy fuiste elevada sobre los coros de los ángeles,
y, juntamente con Cristo
has alcanzado el triunfo eterno.
María el día de Pentecostés ruega el don del Espíritu Santo, y terminado el curso de su vida terrena fue asunta en alma y cuerpo a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo.
Padre Nuestro
Ave María
Gloria
Conclusión: Danos tu opinión sobre este retiro e indica en que temas te gustaría profundizar en este tiempo de Adviento a través del correo formacion@hermandaddelao.es