Retiro Virtual de Pascua

Retiro Virtual de Pascua

¿Cómo se hace un retiro por internet?

1-Programa el tiempo necesario para cada una de las jornadas, es aconsejable hacer una por día.

2-Dedica el momento oportuno dentro de tu jornada, cuando tengas un rato de paz y no estés demasiado cansado para poderte concentrar.

3-Elige un sitio tranquilo, donde puedas rezar tranquilamente, busca una vela para tener encendida, una Biblia pues habrá que ir buscando ciertos datos, y papel y bolígrafo para anotar.

Es aconsejable para que el Retiro Virtual tenga los mismos beneficios que un Retiro presencial, rezar en silencio, si no es posible confesarnos, asistir a Misa, visitar el Santísimo Sacramento y sobre todo revisar nuestra vida diaria  a raíz de las lecturas y oraciones que se realizarán.

Programa Diario

Cada día empezaremos con la Señal de la Cruz y  una oración, rezada muy despacio para comprender el sentido de la misma.

Leeremos el texto y al terminar reflexiona en silencio y saca tus propias conclusiones de lo aprendido, para poder llevarlo a cabo en nuestra vida diaria.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Tema:

1º Día: Tipos de oración.

2º Día: Beneficios de la Adoración.

3º Día: Alabanzas de Desagravio I.

4ª Día: Alabanzas de Desagravio II.

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..

Señor Jesús, nuestro Maestro,

enséñanos a descubrir en los signos

de los tiempos y en los hermanos tu presencia.

Enséñanos a comprender tu misterio pascual

y adorarte y venerarte con firme fe.

Cada vez que nos reunimos junto a ti,

hecho sacramento y presencia,

venimos agobiados y cansados por los afanes cotidianos.

Venimos a ti a tu encuentro para desahogar nuestros corazones

y encontrar descanso y alivio a nuestras fatigas.

Haz que escuchemos tu voz

y escucha nuestras palabras de acción de gracias y de súplica,

tú que vives y reinas por los siglos de los siglos….

 

En el Catecismo de la Iglesia Católica nº 2590 al 2597, se nos explica la historia de la oración:

“La oración es la elevación del alma hacia Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68).

“Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso con Él. La oración acompaña a toda la historia de la salvación como una llamada recíproca entre Dios y el hombre.

La oración de Abraham y de Jacob aparece como una lucha de fe vivida en la confianza a la fidelidad de Dios, y en la certeza de la victoria prometida a quienes perseveran.

La oración de Moisés responde a la iniciativa del Dios vivo para la salvación de su pueblo. Prefigura la oración de intercesión del único mediador, Cristo Jesús.

La oración del pueblo de Dios se desarrolla a la sombra de la morada de Dios, del Arca de la Alianza y del Templo, bajo la guía de los pastores, especialmente del rey David, y de los profetas.

Los profetas llaman a la conversión del corazón y, al buscar ardientemente el rostro de Dios, como Elías, interceden por el pueblo.

Los Salmos constituyen la obra maestra de la oración en el Antiguo Testamento. Presentan dos componentes inseparables: personal y comunitario. Y cuando conmemoran las promesas de Dios ya cumplidas y esperan la venida del Mesías, abarcan todas las dimensiones de la historia.

Rezándolos en referencia a Cristo y viendo su cumplimiento en Él, los Salmos son elemento esencial y permanente de la oración de su Iglesia. Se adaptan a los hombres de toda condición y de todo tiempo”.

Y continúa diciendo en el 2643 y 2644:

“La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”.

El Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza”.

 

  1. La bendición y la adoración

La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición. Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre (es Él quien nos bendice). La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “.

CIC 2645: “Gracias a que Dios le bendice, el hombre, su corazón puede bendecir, a su vez, a Aquel que es la fuente de toda bendición”.

 

  1. La oración de petición

La oración de súplica está llena de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él. El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento.

En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.

CIC 2646: “La oración de petición tiene por objeto el perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad verdadera”.

 

 III. La oración de intercesión

La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular. El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros […] y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27). Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios.

CIC 2647: “La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos”.

 

  1. La oración de acción de gracias

La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza. Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2).

CIC 2648:”Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser motivo de oración de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe llenar la vida entera: “En todo dad gracias” (1 Ts 5, 18).

 

  1. La oración de alabanza

La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros”. La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”

CIC 2649:” La oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque ÉL ES”.

La alabanza es una sublime forma de oración, va más allá de una petición, quien alaba a Dios expresa su reconocimiento y gratitud por la perfección divina, la alabanza propicia una actitud de confianza y entrega a Dios, quien alaba permite que el Espíritu Santo habita en él Quién ama a Dios no puede dejar de alabarlo y quien le alaba crecerá en el amor.

 

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..

Señor Jesús, nuestro Maestro,

enséñanos a descubrir en los signos

de los tiempos y en los hermanos tu presencia.

Enséñanos a comprender tu misterio pascual

y adorarte y venerarte con firme fe.

Cada vez que nos reunimos junto a ti,

hecho sacramento y presencia,

venimos agobiados y cansados por los afanes cotidianos.

Venimos a ti a tu encuentro para desahogar nuestros corazones

y encontrar descanso y alivio a nuestras fatigas.

Haz que escuchemos tu voz

y escucha nuestras palabras de acción de gracias y de súplica,

tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.…

 

En la Adoración Eucarística veneramos a la Divina presencia real de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que vive en la Eucaristía, en la consagración de los dones, en el Pan y en el Vino.

La Adoración Eucarística se efectúa durante la Misa, en la Eucaristía, durante el preparativo de los dones y trata de la admiración del Misterio de Jesucristo ciertamente presente entre nosotros. También se efectúa fuera de la Liturgia de la Misa, en las parroquias que dedican unas horas a la semana a exponer a Jesús Sacramentado fuera del Sagrario.

San Pedro Julián Eymard, fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, nos dice: “La adoración eucarística tiene como fin la persona divina de nuestro Señor Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento. Él está vivo, quiere que le hablemos, Él nos hablará. Y este coloquio que se establece entre el alma y el Señor es la verdadera meditación eucarística, es-precisamente- la adoración. Dichosa el alma que sabe encontrar a Jesús en la Eucaristía y en la Eucaristía todas las cosas…”

 

Los beneficios de la Adoración Eucarística para las personas son muchas y variadas, aquí os dejo algunas:

  • La adoración contribuye, ante todo, llegar a la intimidad con el Señor, cruzar miradas y ahondar tal intimidad.
  • Estimularás tu sentido del asombro, ese que te permitirá maravillarte ante la grandeza y generosidad de nuestro Padre.
  • Sentirás una profunda paz, pero no únicamente mientras estás en la presencia del Señor, se trata de una paz que se hará extensiva a todas las áreas de tu vida. Se dice que aquél que alcanza la paz de Dios, la lleva consigo siempre, aunque enfrentes problemas sabrás que cualquier sufrimiento no será en vano, Dios te da fuerzas y su paz no te abandona.
  • Te convertirás en lo que Dios quiere que seas gracias a la Adoración Eucarística. Él tiene un plan sagrado para ti, entrégate a su voluntad, confiando siempre en Él.
  • Desarrollarás una capacidad de entrega a Dios, de tu tiempo y atención. Es probable que tu mente divague y te distraigas tendrás momentos en que la Adoración parecerá “insulsa”, pero al volver tu atención a Él, estarás desarrollando tu capacidad de atención plena. Aunque tu mente divague, estás dando a Dios lo mejor que puedes tu compromiso y tu compañía.
  • Ampliarás tu capacidad de dar amor y generosidad, despertando tu lado luminoso y la capacidad de ser tu mejor versión, esa que es a imagen y semejanza de Dios. Porque al adorarlo te conviertes en eso que Dios quiere que seas.
  • Te llenarás de su gracia, más allá del momento de adoración, su presencia persiste en ti, para que resistas tentaciones y sobrelleves las situaciones por dificultosas que te parezcan.
  • Aprenderás a valorar tu vida y tus circunstancias, te conectas con tu presente desde el agradecimiento a Dios por lo que tienes y dejas de quejarte por lo que no tienes.
  • Cuanto más tiempo consagras a adorar a Dios, más descubres que Él te ama y quiere pasar tiempo contigo. Empiezas a querer vivir con Él ese tiempo.

El Papa Francisco escribió algunos twits explicando la importancia de adorar:

  1. Adorar es ir a lo esencial, es el camino para desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que anestesian el corazón y adormecen la mente.

«Herodes sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras”.  «¿Qué nos enseña esto? Que el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo. E incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene. Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios».

  1. Adorando descubrimos el significado de nuestro camino, de nuestra vida, adorando, nosotros también, como los Reyes Magos, descubriremos el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos “una grandísima alegría” (Mt 2, 10).

«Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros».

En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron».

  1. Significa poner a Dios en el centro de nuestra vida, hacer un éxodo de la mayor esclavitud, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro para que no estar centrados en nosotros mismos.

«Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios».

  1. Es traer vida, impregnar de la ternura de Dios el mundo, adorar es traer vida al Señor permitiéndole entrar en nuestras vidas. Es hacer que descienda su consuelo al mundo y dejarnos impregnar por su ternura.

Adorar es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!», y dejarnos llenar de su ternura”.

Adorar es guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que no duelen, sino que consuelan”.

  1. Al adorar rechazamos lo que no debe ser adorado: el dios dinero, el dios consumo, el dios placer, el dios éxito, nuestro ego convertido en dios.

Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo”.

  1. Es hacerse pequeño y caer en la cuenta que lo que importa no es tener sino amar, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar.

Al adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama

  1. Adorar es encontrar a Jesús, dejarle que nos sane y nos cambie, sin la lista de exigencias, más bien con la única exigencia de estar con Él. Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie.

«Cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar».

  1. Al adorar le dejamos a Dios que nos transforme con su amor, al adorar le damos al Señor la posibilidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestras tinieblas, de darnos fuerza en la debilidad y valor en las pruebas.

La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él”.

 

 

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..

Señor Jesús, nuestro Maestro,

enséñanos a descubrir en los signos

de los tiempos y en los hermanos tu presencia.

Enséñanos a comprender tu misterio pascual

y adorarte y venerarte con firme fe.

Cada vez que nos reunimos junto a ti,

hecho sacramento y presencia,

venimos agobiados y cansados por los afanes cotidianos.

Venimos a ti a tu encuentro para desahogar nuestros corazones

y encontrar descanso y alivio a nuestras fatigas.

Haz que escuchemos tu voz

y escucha nuestras palabras de acción de gracias y de súplica,

tú que vives y reinas por los siglos de los siglos….

 

En el rito de Exposición al Santísimo comenzamos con un himno, previamente seleccionado, adecuado para el tiempo litúrgico o para el misterio de la Eucaristía. Se realiza de rodillas, mientras el sacerdote coloca la Luna con el Santísimo Sacramento en la custodia. Al frente del altar, el sacerdote se arrodilla, y guía lo fieles en el siguiente himno.

La Adoración se realiza de pie o sentados: Después de que el presidente ha incensado la custodia, esperara unos minutos antes de caminar al ambón para comenzar las reflexiones. Si se proclama el Evangelio, el celebrante invitara a todos a ponerse de pie. De otra forma, los fieles, permanecen sentados durante la lectura de la Palabra de Dios. Seguirá a las lecturas una pequeña reflexión, aplicable a las lecturas y un pequeño periodo de tiempo para la adoración.

Bendición con el Santísimo Sacramento se realiza de rodillas al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se canta un himno o cántico eucarístico.

Antes de la incensación, y si el ministro lo estima oportuno, puede realizar las Alabanzas de Desagravio. Estas alabanzas se deben de hacer antes de la bendición, ya que esta debe ser lo último que se haga antes de la reserva:

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, Reserva el Sacramento en el Tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente, el ministro se retira.

 

Bendito sea Dios.

Qué quiere decir alabar a Dios, hablar bien de Dios, como nos enseña Zacarías en su himno Benedictus “bendito sea Dios”, o como nos enseña Jesús en el Padrenuestro, “santificar el nombre de Dios”.

Bendecir a Dios, quiere decir intentar ponerse en disposición de hacer el bien, es decir, ponernos en disposición de que el Señor haga el bien a través de nosotros, con lo cual también le estamos dando gracias por todo lo recibido.

 

Bendito sea su santo Nombre.

Bendito sea un hombre que es único, admirable, santo, Señor del Universo, en el que está siempre nuestro auxilio, nuestro Redentor, nuestro Padre. Y debe ser santificado en nuestros corazones, en su iglesia y en todos los pueblos.

 

Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.

Jesús, verdadero hombre, semejante a nosotros en todo excepto en el pecado, porque también verdadero Dios. Todo el Nuevo Testamento y en especial los Evangelios atestiguan esta verdad y los apóstoles y evangelistas la conocen, la reconocen y la transmiten.

 

Bendito sea el nombre de Jesús.

Las Escrituras, dice que Jesús ha recibido “un nombre que es, sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra y debajo de la tierra”. Flp 2,9-10.

El nombre de Jesús que fue anunciado a José y María por medio de los ángeles, Mt 1-21 y Lc 1-31, significa “Yahvé salva” “Yahvé es la salvación”.

El nombre de Jesús es importante por su significado y porque la salvación es solo en el nombre de Jesús.

 

Bendito sea su Sacratísimo Corazón.

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. Se cree que la festividad nació alrededor del siglo XII, estuvo relacionada con una corriente de adoración mística que se centraba en la figura de Jesucristo y la imagen de su corazón entregando su infinita bondad hacia la humanidad.

El Sagrado Corazón de Jesús es muy importante porque nos revela el amor de Dios, nos proclama las bienaventuranzas, nos ofrece el perdón a los pecadores, y cuando fue abierto por una lanza, surgió el agua del bautismo, surgió la sangre de la Nueva Alianza, de donde nació la iglesia, la nueva Eva.

 

Bendita sea su Preciosísima Sangre.

La extraordinaria importancia de la sangre salvadora ha hecho que su memoria tenga un lugar central y esencial en la celebración del culto. En el año 1960, Juan XXIII dispuso introducir en las letanías de bendición eucarística la alabanza a la preciosísima sangre de Jesús.

La sangre de Cristo no solo redima a los creyentes del pecado y el castigo eterno, sino que somos librados del pecado para servir a Dios vivo, glorificarle y para gozar de Él.

 

Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.

El Concilio de Trento del SXVI se define que “en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su alma y divinidad. En realidad, Cristo íntegramente”.

Bendito sea el sacramento del pan y el vino, frutos de la tierra y trabajo del hombre, sacramento de la Pascua, inaugurado la última en la última cena, donde Jesús se entrega por nosotros, sacramento de su amor, de la caridad, de nuestra reconciliación y la unidad, bendito sea el sacramento que da la vida, la fuerza, la alegría, que rescata y santifica al mundo.

 

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo…..

Señor Jesús, nuestro Maestro,

enséñanos a descubrir en los signos

de los tiempos y en los hermanos tu presencia.

Enséñanos a comprender tu misterio pascual

y adorarte y venerarte con firme fe.

Cada vez que nos reunimos junto a ti,

hecho sacramento y presencia,

venimos agobiados y cansados por los afanes cotidianos.

Venimos a ti a tu encuentro para desahogar nuestros corazones

y encontrar descanso y alivio a nuestras fatigas.

Haz que escuchemos tu voz

y escucha nuestras palabras de acción de gracias y de súplica,

tú que vives y reinas por los siglos de los siglos….

 

Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.

El Espíritu Santo nos enseña la palabra que nos guía la verdad completa, nos recuerda lo que Jesús es enseñado. El Espíritu Santo, obra en nosotros para darnos su paz, su amor, su gozo, consuela nuestros corazones.

Hizo de los apóstoles testigos de Jesús, reúne a todos los pueblos y a todas las lenguas, nos es dado en el bautismo para nuestra vida de hijos de Dios, se nos ha dado también en la confirmación para el testimonio, inspira la respuesta de los mártires, y por la imposición de las manos se dan los Dios a los sacerdotes y a los obispos.

 

Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.

En la Iglesia Católica un dogma es una verdad absoluta y segura de la cual no cabe ninguna duda.

La Iglesia Católica reconoce un total de 44 dogmas o verdades de fe y que están agrupados en 8 grandes temas.
La Iglesia Católica tiene una disciplina específica llamada Mariología, para el estudio de la persona, el papel y el significado de la Virgen María y su generación. Los 4 dogmas marianos son:

-María Madre de Dios, la palabra utilizada en griego fue Theotokos, que significa: la que dio a luz a Dios, la paridora de Dios. Esta afirmación no quiere decir que Dios tiene su origen en María, sino que de María salió una persona que es Dios. Ella dió a luz a alguien que es Dios; hombre verdadero y Dios verdadero. El origen de Jesucristo es divino; engendrado del Padre antes de los siglos, desde la eternidad, pero hecho hombre por la encarnación en María. Ella es su madre, y por lo mismo es Madre de Dios, puesto que Jesucristo es Dios.

-María siempre Virgen, afirma la real y perpetua virginidad incluso en el acto de dar a luz el Hijo de Dios hecho hombre, fue virgen antes, durante y después del parto y no tuvo otros hijos.

-La Inmaculada Concepción, este dogma tiene dos aspectos fundamentales: La Virgen María no tuvo pecado y estuvo llena de la gracia de Dios siempre, y junto con el de la Asunción de María fueron proclamados directamente por un Papa ratificando su autoridad en la fe y no dentro de un Concilio.

-La Asunción de María, de acuerdo a la tradición apostólica, la Virgen María al final de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, lo que implica que su cuerpo no se corrompió en la tumba, y que ella goza de la plena gloria de Dios junto con su Hijo.

 

Bendito sea San José, su castísimo Esposo.

Fue llamado a ser el custodio del Redentor y también cuidó amorosamente a María. Custodia y protege el cuerpo místico de Jesús, la Iglesia, de la que la Virgen es figura y modelo.

Todo el pueblo cristiano no solo recurrirá con mayor fervor a San José e invocará confiado su patrocinio, sino que tendrá siempre presente ante sus ojos su humilde y maduro modo de servir, así como su participación en la economía de la salvación.

 

Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Bendito sea Dios en el cielo, donde los ángeles cantan su gloria a una sola voz con nosotros, donde los ángeles lo contemplan cara a cara y llevan nuestro sacrificio y nuestras oraciones. Y por Todos los Santos que anunciaron junto con Abel, Abraham, Melquisedec, los apóstoles, mártires y santos el Misterio de la Salvación.

 

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

Conclusión: Danos tu opinión sobre este retiro e indica en que temas te gustaría profundizar en este tiempo de Pentecostés a través del correo formación@hermandaddelao.es