En el nombre del Padre, del Hijo……….
Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús:
en Tu presencia me postro de rodillas,
y con el mayor fervor de mi alma te pido
y suplico que imprimas en mi corazón
vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad,
verdadero dolor de mis pecados
y propósito firmísimo de enmendarme;
mientras con gran afecto y dolor considero
y contemplo en mi alma Tus cinco llagas,
teniendo ante mis ojos aquello
que ya el profeta David ponía en Tus labios acerca de Ti.
“me taladran las manos y los pies, puedo contar todos mis huesos” Sal 21,17-18
Oración piadosa que, rezada delante de la imagen de Jesucristo Crucificado, después de la comunión, concede indulgencia plenaria los Viernes de Cuaresma e indulgencia parcial el resto de Viernes del año.
Todas estas expresiones “yo soy “se encuentran en el evangelio de San Juan. Jesús combina el yo soy con tremendas metáforas en la cual expresa su relación salvadora hacia el mundo. Vamos a estudiarlas con detalle.
Finalmente hay un último yo soy en el Apocalipsis que trataremos con especial atención.
I-Yo soy el Pan de Vida
“Yo soy el pan de vida, el que a mí viene, nunca tendrá hambre y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Jn 6,35.
Este episodio ocurre unos días después de que Jesús había alimentado a cinco mil hombres y por este increíble milagro lo estaban buscando para hacerle rey, pero Jesús se apartó de ellos.
Tenemos que entender que en la época en la que Jesús hizo este milagro, no era de una gran prosperidad económica, la mayoría de la gente era pobre y el alimento era algo que no se daba por sentado. No tener para comer algún día, era una situación muy común en aquel tiempo y una mala cosecha y un mal clima podían significar la muerte de mucha gente.
Por eso, Jesús se apartó de ellos, porque sabía que sus verdaderas intenciones no era creer en Él, sino más bien querían que hiciera otro milagro, porque lo que buscaban eran razones materialistas, buscaban pan. Querían declararlo rey, ya que tenía el poder de solucionar problemas como el hambre y por eso Jesús les dice:
“Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales, sino porque comieron pan hasta llenarse.” Jn 6,26.
El pan nos habla del sustento necesario para la vida, aquello que es esencial e imprescindible para todo ser humano. Y, en segundo lugar, tener pan no aplaca nuestra hambre, es necesario comerlo para que realmente tenga efecto en nosotros, y cuando lo comemos, el pan llega a formar parte de nosotros mismos. De la misma manera, cuando Cristo se nos ofrece como “el pan de vida”, es necesario creer en Él para apropiarnos de esa vida, estableciendo así un grado de intimidad y de unión que es imposible romper.
Dios no quiere que lo busquemos por este tipo de cosas, los seres humanos siempre buscamos a Dios para que nos solucionen los problemas, pero en realidad no estamos buscando a Dios, estamos buscando una solución, cualquier solución que nos sirva. Por el contrario, Jesús quiere que lo busquemos a Él, por quien Él es no, por lo que Él puede hacer. Pero esto para el hombre es imposible.
Cuando nos encontramos con este tipo de declaraciones de Jesús, no podemos más que tomar una decisión. O le creemos o no le creemos.
¿Creemos que Jesús es el hijo de Dios?
¿Creemos que Cristo es la fuente de la vida, el único alimento que no puede sustentar por la eternidad?
¿Qué hay que hacer para creer en Jesús?
La Biblia nos enseña que como todos hemos rechazado a Dios tenemos que arrepentirnos de nuestra rebelión, nuestros pecados y reconocer a Cristo como nuestro Salvador y Señor. Su muerte en la Cruz, en la provisión definitiva de Dios para aquellos que creen en Jesús. Si creemos que Jesús tomó nuestros pecados y fue castigado por ello, nosotros ya estamos en paz con Dios y nos justifica, nos adopta y nos une a Cristo para siempre.
II-Yo soy la Luz del Mundo
“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Jn 8, 12.
La razón por la que en este momento hizo tal afirmación debemos buscarla en lo que en los días anteriores había ocurrido en el templo durante la fiesta de los tabernáculos. Allí se habían encendido unos enormes candeleros con los que intentaban recordar la columna de fuego que guio a los hijos de Israel durante las noches a través de su peregrinaje por el desierto Ex 13:21. La relación con esto no sería de extrañar, puesto que el Señor ya se había referido a otros hechos de esa etapa del pueblo de Dios, como el maná con que el pueblo había sido sustentado en el desierto Jn 6:31-35 o el agua de la roca herida que sirvió para satisfacer su sed Jn 7:37-39.
Este tipo de analogía entre Cristo y la luz no es ajeno al lenguaje usado por Juan, es más en todo el Nuevo Testamento podemos ver analogías basadas en la luz. Y esto es porque la luz siempre se asocia con el conocimiento y con lo bueno.
La luz suele asociarse en la Biblia con la Gloria de Dios, Jesús es la luz del mundo porque es la gloria de Dios, revelada cuando subió con Pedro, Jacobo y Juan al monte de la transfiguración y la naturaleza divina de Jesús se manifestó. Ellos vieron la Gloria de Cristo que brillaba como una luz resplandeciente, fue tan glorioso y majestuoso, que Pedro y Juan lo relatan en sus escritos, Jn 1, 14, 2 Pe 1,16-18. Esto es otra muestra de la divinidad de Jesús.
Por lo tanto, de nuevo debemos decidir si creemos en Cristo o no, si lo creemos, debemos reconocer que hemos andado en oscuridad a lo largo de nuestra vida y que, si no fuera por Él, porque Él nos ama y nos muestra su luz, nosotros seguiríamos en la oscuridad, por lo tanto, debemos abandonar las cosas que hacemos y creer en Cristo para ser iluminados y poder tener conocimiento de las cosas espirituales. Y un día veremos al Creador, la luz del mundo cara a cara. Ap 22, 4.
Padre Nuestro
Ave María
Gloria