En 1616 el arzobispo concedió a la Hermandad la celebración de Jubileo de las Cuarenta Horas en los días 18, 19 y 20 de diciembre. Privilegio otorgado hasta entonces sólo a las parroquias. Se celebraba: …con mucha pompa y solemnidad como es notorio teniendo descubierto el Santísimo en el altar mayor todas las dichas cuarenta horas, donde los fieles en mucha cantidad de gentes de todas suertes, así de Sevilla como de Triana, con mucha devoción acudían y acuden a ganarlas gracias e indulgencias de dicho jubileo.
En 1628 el templo perdió la condición de ayuda de parroquia, lo que supuso que dejaran de celebrarse bautizos en la hermosa pila de mármol adquirida por la Corporación. Sin embargo, siguieron administrándose los restantes sacramentos y permaneció el Santísimo Sacramento, al que se continuó rindiendo culto solemnísimo.
En cabildo celebrado el 23 de abril de 1685, los hermanos decidieron encargar a Pedro Roldán la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno para sustituir como titular al Santo Cristo. El insigne imaginero realizó también un nuevo paso, decorado con seis cartelas pasionistas y cuatro ángeles turiferarios en las esquinas.
El encargo posterior, a Pedro Roldán, de un rostro y manos para una dolorosa y la confección de un paso de palio, vinieron a completar los elementos precisos para adaptar la cofradía al modelo barroco:
El cortejo lo abría el muñidor, vestido con un ropón negro y con el escudo de la Hermandad sobre el pecho, al que seguían hermanos de sangre, con túnicas abiertas por la espalda de angeo y capirotes romos, con las disciplinas en la mano; intercalados entre ellos iban los hermanos de luz, portando un cirio encendido. En diferentes lugares se situaban diversos servidores revestidos con lobas de color negro. Desconocemos como se repartían los acompañantes de cada paso.
Entre las filas de cofrades iban los alcaldes, con sus varas de plata coronadas por una O, ordenando la cofradía, y cada cierto espacio se situaban las insignias: el senatus, el guión rematado por una cruz, el estandarte de penitencia confeccionado en paño de color negro con el escudo bordado y un lábaro de plata. El escribano portando el libro de Reglas y los miembros de junta presidiendo con sus varas de plata identificativas.
El paso de Jesús Nazareno iba precedido por clérigos portando incensarios y seguido por una capilla musical y cantores. La imagen iba vestida con túnica de terciopelo morado bordado en plata y portaba cruz arbórea.
El paso Nuestra Señora de la O precedido de dos sacerdotes con incensarios. La mesa era de madera tallada y dorada, el palio de cajón de terciopelo negro estaba sostenido por varales de plata. La imagen iba sobre una peana de plata repujada, revestida con un manto de terciopelo negro que llevaba prendidas 219 estrellitas de plata, saya abullonada y rostrillo de plata. Tocada con corona y rodeada con una ráfaga de plata labrada.
Cerraba el cortejo un numeroso convite de frailes y clero parroquial, presidido por la cruz con manguilla propiedad de la Hermandad de la O.
La antigua ermita del hospital de Santa Brígida se había quedado pequeña para la dimensión que había adquirido la actividad de la hermandad y además el edificio estaba en muy mal estado. En consecuencia, los cofrades aprobaron en 1697, a propuesta del prioste Antonio Ramos Mexías, levantar una nueva iglesia con las condiciones impuestas por el arzobispo Jaime Palafox: que se construyera a expensas de la cofradía y que mientras durasen las obras permaneciera expuesto el Santísimo. Para ello se acondicionó en una casa frontera, donde:… hecho su altar y en él colocado la Imagen de Nuestra Señora con mucho aseo… y asimismo vio una alazena en la pared para la guarda de los Santos Óleos… pila de agua bendita y campana…”
A costa de demandas por la calle, aportaciones en dinero, en especie e incluso el propio trabajo personal, los hermanos de la O lograron acabar el templo actual el día 20 de febrero de 1702. El día 23 de febrero, Nicolás Pérez de Rivera, cura más antiguo de Santa Ana bendijo el nuevo templo y trasladó el Santísimo al sagrario de la nueva iglesia.
En los cinco días siguientes se llevaron a cabo solemnes fiestas para celebrar la inauguración:
- El día 24 a cargo del Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral.
- El día 25 a cargo de la comunidad de frailes dominicos del convento de San Jacinto.
- El día 26 se encargó la comunidad de mínimos del convento de la Victoria.
- El día 27 se encargaron de la función los frailes agustinos del convento del Pópulo.
- El día 28 costeó y presidió la celebración el Cabildo Secular de la Ciudad.