La Iglesia celebra a San Marcos como el autor del segundo de los cuatro evangelios canónicos que forman parte del Nuevo Testamento en las Sagradas escrituras. Se le identifica como el Juan Marcos que aparece referido en las cartas de San Pedro, de quien era discípulo. También era primo de San Bernabé y lo acompañó junto a San Pablo en el primer viaje misionero hacia Antioquía.
Se dice que fue su familia la que prestó la casa donde Jesús celebró la Última Cena, y donde se reunieron los apóstoles el día de Pentecostés cuando recibieron al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
Era un niño cuando Jesús predicaba y probablemente fue uno de los primeros bautizados por San Pedro el día de Pentecostés. San Marcos llegó a ser la mano derecha del príncipe de los apóstoles, a quien escuchaba siempre hablar de los hechos de Jesús. Se ganó su confianza y aprendió muy bien todo lo que éste predicaba de Nuestro Señor.
A petición de los cristianos de Roma escribió lo que había oído predicar de Jesucristo, las palabras de aquel hombre que le había enseñado a amar a Jesús. Esto es lo que se llama “Evangelio según San Marcos”. El Evangelista fue con San Pedro a Roma, que se refería a San Marcos como “mi hijo”.
No se sabe a ciencia cierta el año en que lo escribió, pero probablemente fue en la década del 60 – 70 después de Cristo. Es el más corto de los 4 evangelios. Contiene 16 capítulos originalmente escritos en griego, llenos de narraciones muy vivas, gráficas, salpicadas de detalles interesantes. Se propone no dejar de narrar lo que contribuya a hacer más llamativa la narración. Allí parece estar hablando un testigo ocular que se ha fijado en todo y lo repite con agrado. Es el reflejo de lo que San Pedro presenció y que se le ha quedado grabado en su memoria. En este segundo Evangelio, se pone más atención en los hechos de Jesús que en sus discursos o el significado de los mismos. Sus narraciones son agradables por lo frescas y espontáneas. En ocasiones, el modo en que relata los acontecimientos se parece al de un reportero narrando lo que sus ojos vieron y sus oídos escucharon; presenta atractivos cuadros: gestos, miradas, sentimientos de Jesús.
San Marcos es representado como un león alado, según la tradición de san Jerónimo. Hay quienes consideran que se debe a que el Evangelio de San Marcos inicia con Juan el Bautista clamando en el desierto, a modo de un león que ruge. También se relaciona a uno de los cuatro seres vivientes del Apocalipsis.
San Marcos estableció a la Iglesia en Alejandría, donde fundó su famosa escuela cristiana y es venerado como Patrono de los coptos. Murió mártir aproximadamente un 25 de abril del 68 en Alejandría. Sus reliquias reposan en la Catedral de Venecia.
Marcos quiere que ante todo se vea en Jesús, al Hijo de Dios. Así lo indica al comienzo de su Evangelio: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.
Una imagen escultórica de san Marcos, representado como evangelista y acompañada de su característico león, figura en una de las hornacinas de las esquinas del paso procesional de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Fue realizada en 1977 por Rafael Barbero Medina y restaurada en 2012 por David Segarra.
Oración:
Oh santo justo y protector bendito San Marcos de León,
tú que enviaste la desgracia del dragón,
tú que, a pesar de tus propias flaquezas,
y confiado en la gracia y la fortaleza del Señor,
con humildad y firmeza sometiste fieras y enemigos,
te ruego confiadamente que amanses los corazones,
los malos sentimientos y los malos pensamientos,
de todo aquel que contra mí esté,
de todo aquel que mi mal y ruina quiera, piense o desee.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum,
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum.
Con tu fuerza y poder
y con la ayuda de San Juan y del Espíritu Santo,
sí ojos tienen, no me miren,
sí manos tienen, no me toquen,
sí lenguas tienen, no me hablen,
que los hierros que tengan, a mí no me hieran,
ayúdame con tu mediación:
(Pedir lo que se quiere conseguir)
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum.
San Marcos de León, así como calmaste
la sed del León y a tus pies dominado se quedó,
calma mis adversarios y a todo el que busque mi mal,
véncelos para que no puedan dañarme,
amánsalos, que no se acerquen a mí,
domínalos para que no lleguen hasta mí.
Paz, paz, Cristo, Cristo Dominum Nostrum.
mis enemigos son bravos como el León,
pero amansados, rendidos y dominados serán por
San Juan y el poder de San Marcos León.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum
Así sea.