El actual templo parroquial de Nuestra Señora de La O, edificado por y a expensas de nuestra Archicofradía entre 1697 y 1702, alberga un importante tesoro patrimonial en el que además de las benditas imágenes de nuestros amantísimos titulares, reciben culto toda una serie de representaciones tanto pictóricas como escultóricas de Cristo, la Virgen y algunos santos. Uno de esos santos es san Felipe Neri, sacerdote florentino del siglo XVI que fundó en 1575 la Congregación del Oratorio. En 1698 se erige una comunidad de oratorianos en Sevilla, que con el tiempo labrarían su casa e iglesia, adornada esta con un importante conjunto de obras de arte. Como consecuencia de la revolución de septiembre de 1868, se decretó el derribo del oratorio de san Felipe Neri de Sevilla, siendo parte de sus bienes repartidos entre diversas iglesias y conventos de la ciudad. A nuestra iglesia de La O llegaron, por mediación del entonces Prioste Rafael Lacambra y señor cura párroco de la Real de Señora Santa Ana Manuel Adalid de Requena, con la nueva autoridad municipal, gran cantidad de enseres entre los que se encontraban diversos retablos con sus pinturas y esculturas procedentes del citado oratorio.
Durante más de un siglo, el busto de san Felipe Neri pasó desapercibido en el ático del retablo que se colocó en la cabecera de la nave del Evangelio y que tradicionalmente ocupó, como actualmente, la bendita imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, también procedente del Oratorio de san Felipe.
Tras las obras del verano de 2000, en el que desmantelado el aludido retablo, el busto de san Felipe quedó a la vista de todos, poniéndose de manifiesto su valor artístico e histórico. Se trata de una escultura que reproduce la mascarilla funeraria tomada del rostro del fundador cuando este falleció en Roma en 1595, de la que al menos se conserva otro ejemplar idéntico en la iglesia de san Alberto, sede actual del Oratorio en Sevilla. Desde ese momento, el busto de san Felipe comenzó a ser valorado y apreciado por los hermanos de la Archicofradía, feligreses, fieles y devotos.
Esta escultura ha llegado a nosotros acusando notablemente el paso del tiempo y con toda una serie de deterioros causados tanto por ese paso del tiempo y el uso, como por su fragilidad material al tratarse de un vaciado en escayola policromada.
Sensible a la conservación de su patrimonio devocional y artístico, nuestra corporación determinó que durante este curso se llevasen a cabo diversas labores conservación en esta singular pieza, siendo responsable de ellas N.H.D. Pablo Reina Cáceres, estudiante del último curso del grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, quien ya ha realizado numerosos trabajos y prácticas que lo cualifican sobradamente para estas actuaciones, que se han llevado a cabo desde el criterio de mínima intervención, respeto al original y reversibilidad, quedando todas ellas documentadas.
Concretamente, se ha actuado sobre el soporte de escayola de la escultura, cuyo estado de conservación no era óptimo, presentando diversas roturas en la zona del hombro izquierdo. Estas fracturas eran antiguas y ya habían sido tratadas anteriormente con criterios no científicos, apreciándose las costuras resultado de estas actuaciones previas. Estas fracturas han sido reducidas y consolidadas mediante inyección de acetato de polivinilo.
Con respecto al estrato polícromo, el más que evidente oscurecimiento de la superficie por acumulación de suciedad, polvo y otros depósitos alteraba seriamente su lectura y contemplación. Se ha realizado una primera limpieza superficial empleando medios mecánicos y acuosos respetuosos con la realidad material de la imagen escultórica. El resultado de esta actuación inicial ya fue notable, especialmente significativa en la barba y rostro, donde se había depositado gran cantidad de suciedad. Una vez finalizada la limpieza se han reintegrado las lagunas de policromía con medios reversibles al agua, aplicándole finalmente una capa protectora de barniz satinado.
Con estas actuaciones y la colocación del busto sobre una ménsula dorada en el muro Oeste de la capilla bautismal, no sólo se garantiza la conservación de esta singular obra, sino que se pone en valor de cara a su veneración y culto público, cual es su principal uso, así como su correcta lectura y contemplación.